sábado, 15 de septiembre de 2007

LOS NOMBRES NO HACEN AL HOMBRE


En el boletin de septiembre del 2007, de Libros en Red, alguien escribió un sorprendente articulo respecto de los nombres, en una localidad ecuatoriana. Lo escribo aquí para compartir su lectura.

En su poema "El Golem", Jorge Luis Borges recuerda la postura de Platón en su diálogo Cratilo:

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

respecto de si los nombres son motivados o convencionales. Si tomamos la tesis platónica y la llevamos al extremo, los habitantes de cierto pueblo ecuatoriano tendrán muchas explicaciones que dar.

Chone, localidad de 20 000 almas en el interior de Ecuador -llamada por los lugareños, ya veremos cuán acertadamente, "la capital de los nombres raros"-, alberga habitantes con nombres de pila tan inesperados como Frank Sinatra, Alí Babá, Burger King, Lincoln, Stalin, Puro Aguardiente, Vick Vaporup o Land Rover.

Desde personajes históricos hasta marcas comerciales de los rubros más diversos, pasando por resultados de partidos de fútbol y bebidas predilectas, los padres de estos individuos han ejercitado su capacidad imaginativa a la hora de rellenar los documentos de identidad de sus recién nacidos. Los hijos lo agradecen, si recibieron un buen nombre en gracia o si les gusta dar la nota. O reniegan de la herencia, si fue Stalin lo que les tocó en suerte o si padecen de por vida la obligación de hacer propaganda gratuita de un producto como el Alka Seltzer. En el pueblo, se oyen nombres etéreos y espirituales, como Semiencanto, Querido Ecuador y Arcángel Gabriel Salvador. Y, también, decididamente carnales, como Venus Lollobrigida o Everguito Coito.

Ningún lugar fue tan lejos en esto de poner nombres extravagantes como esta región del Ecuador. Pero tampoco es el único lugar del mundo que explora apelativos inauditos. En Argentina, se están poniendo de moda muchas denominaciones sacadas del cine y del deporte, como Xuxa, Nemo, Jordan, Viggo, Aladdino y Jet. El Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires aceptó en el último tiempo nombres como Abbot, Dakota, Gallagher, Ídola, Jackson, Napoleón, Radcliffe y Poppy (¿que no era un nombre para perros?).

Venezuela, por su parte, trata de prohibir -mediante un proyecto de ley en curso- nombres que resulten ridículos, agravantes o que sean extraños al idioma español, como Hitler, Makgiber, Yuvifred, Genghis Khan o Backstreet Boys. Todo para "preservar el equilibrio y desarrollo integral del niño, niña o adolescente".

Recientemente, salió la noticia de que una pareja neozelandesa llamará a su hijo Superman como protesta porque no les permitieron que quedara registrado como 4Real (DVerdad, podría traducirse). "El nombre tiene que ser una secuencia de letras", argumentó el funcionario de turno. Habían decidido llamarlo así tras verlo por primera vez en una ecografía porque, dijeron, entonces se dieron cuenta de que su bebé era "de verdad".

Y esto por sólo hablar de primeros nombres. Porque, si ampliamos a la combinación de nombres con apellidos, ya la cuestión parece un designio divino. En España, aseguran que existe una Juana Madruga Mogollón y en Uruguay -entre cientos de Maracanazos, en homenaje a la victoria que Uruguay le arrebató a la selección brasileña en suelo carioca, en el Mundial de 1950- existe la leyenda de una mujer que se llama, entre el apellido de soltera y apellido de casada, Pascualina Masa de Tarta.

Y podríamos seguir con las asociaciones significativas que a veces se dan entre los nombres y las profesiones. Aquí conocemos un veterinario con el respetable apelativo de Dr. Pelagati, y una autora de libros de autoayuda, que responde al nombre y al apellido de Tara Depre.