jueves, 6 de septiembre de 2007

LA PRIMERA COMUNION

Nuestros abuelos vestían a sus hijos con trajes impecables. eran nuestros padres en su día de primera comunión, después fuimos nosotros, herederos de la inocencia. La niñas aparecían en la fotografía imitando las imagenes de las virgenes de los altares de las iglesias chilotas. Los niños bien peinados, de camisa blanca y con su mejor traje, ocultaban la rebeldía de los primeros años. Era la tradición de posar para la foto del recuerdo de toda la vida, con una cara de santo que desmintiera todas las pillerias de los recreos en los barrosos patios de esas viejas escuelas de madera. Allí permanecíamos con los guantes blancos sujetando un brevario de oraciones, y el rosario balanceandose en el aire. La cinta colgando del brazo, en ella se estampaba nuestro nombre y la fecha de este acontecimiento memorable. Y nuestra hermana permanece inmóvil, con esa mirada de ingenuidad que años después desmentirá la vida. Hoy la recordamos con su vestido de gasa; parece una novia, en ese único día; el inolvidable día de la inocencia, aquel de la primera comunión. Aquella que olvidamos cuando conocimos que la pobreza que no la espantaba ninguna oración.