lunes, 9 de noviembre de 2009

HOY LA HISTORIA SE ESCRIBE EN DOLARES

Lo había dicho Fukuyama, la Historia se acabó. Hegel hace siglos esto lo había anunciado, y Marx lo predijo. En esos años muchos aún le creían, y en esto anduvo acertado. No sabemos para quien escribimos la Historia. Pero hoy sabemos que han terminado los sueños, la Historia y las Utopías, todo lo confirmó la esposa de Yuri Gagarin el día que entregó a una famosa casa de subastas el traje de astronauta usado por su marido cuando viajó a mirar la Tierra desde las alturas espaciales.
La Historia tiene su precio, cuando la Historia no es Histeria. Más de 200 objetos creados u obtenidos por la mas sofisticada tecnología soviética, antes de la caída de los muros, en enero de 1994 fueron subastados por la prestigiosa casa de subastas Sothby´s. Esos tarros cilíndricos con una cúpula esférica que eran las naves rusas, latas de sardinas espaciales donde en fotografías veíamos flotar a los cosmonautas, fueron vendidas al mejor postor, los telegramas de felicitaciones que Krushev enviaba a los cosmonautas, héroes espaciales, cuando la URSS ganaba la carrera espacial a los EEUU, las piedras lunares traídas a este planeta por las naves robot que escarbaban la superficie lunar, todo se vendió al mejor precio.

El traje espacial que usó Alexei Leonov cuando salió de su cápsula espacial para dar el primer paseo por la negritud del cosmos hoy debe estar en la vitrina de un museo privado. Es propiedad de algún multimillonario excéntrico que encerrado en ese traje espacial camina como un zombie por las habitaciones de su mansión para sorprender a sus invitados que lo miran caminar torpemente entre muebles de elegante diseño.

Es el fin de la Historia vendida a precio de mercado, quien en esa subasta compró en miles de dólares una nave Soyuz imaginará haber encogido las infinitas distancias siderales, y cree tener todo el universo contenido en su biblioteca u oficina de negocio o museo privado y así puede viajar más allá de sus cuentas bancarias.

Sicoanalizándome, me pregunto: ¿No será que estoy colocando en compartimientos de rencor, el despecho y la envidia de no tener una cápsula espacial colgando de la rama de un árbol de manzanas en mi patio?. Nave soportando aguaceros y granizos en esta invernal primavera del archipiélago. Nave espacial a la cual subir por una larga y alta escalera de madera y dentro de ella imaginar ver el Sol ocultarse detrás de ese planeta azul que muestran las fotografías espaciales, y entonces, sentir el terror de la ausencia de vida en esos estériles y desiertos paisajes siderales.
El espacio esta a la vuelta de la esquina, los paisajes siderales están en el patio trasero de la casa, solo es necesario algunos pocos miles de dolares, y la ansiedad por cruzar las fronteras que esta atmósfera ha colocado sobre nuestras cabezas.
Cuando el bueno de Armstrong dio aquellos pasos
todos registramos cómo se movía
tosco/pesado/en un suelo blancuzco
¿o era de piedra pómez? ¿Quién se acuerda?

durante un rato estuvo cavilando
y la escafandra o como se llamase
impedía que viéramos sus ojos
pero juraría que su mirada era
de pereza o abulia.
Cuando andaba allá/heroico
pisando las feísimas arrugas del satélite
imaginé que así debía ser la muerte
es decir el paisaje de la muerte.....
y quizá por eso los dueños del poder
postergaron sine die los viajes a la luna.

Extractos del poema ¿Por qué no hay más viajes a la Luna? de Mario Benedetti.